CREA | ULSA Oaxaca

especial cuento

médula revelada

Rafael Arnáiz

Coordinador editorial de Epicentro

Intervención fotográfica: María José Ríos, Grupo Representativo de Fotografía

Una mujer entra a un casino, gana diez millones a la ruleta. De vuelta a su hotel, oculta la bolsa con todo el dinero bajo unos arbustos en el parque, sube a su habitación y se suicida. ¡Momento, momento! ¿Qué no lo lógico sería jugar a la ruleta, perder todo y suicidarse? El escritor argentino Ricardo Piglia afirma que el cuento se construye para hacer aparecer artificialmente algo que estaba oculto.  Que los buenos cuentos narran dos historias, una evidente (la historia de ganar a la ruleta) y otra oculta (la historia del suicidio).

Más sobre la ruleta y el suicidio

En su novela La ciudad ausente, Piglia desarrolla la historia de la mujer en el casino a partir de una nota que Anton Chéjov hizo en uno de sus cuadernos: “Un hombre va al casino de Montecarlo, gana un millón, se suicida”.

¿Cómo fue tu primer acercamiento a la literatura? Quizá, igual que el mío, fue a través de los cuentos. Quizá ni siquiera sabías que eso era literatura. Para mí, eran las historias que me leía mi madre, y después, los libros que me regalaba el abuelo Pepe.

Quizá también has escuchado que los cuentos deben ser breves, pero ¿por qué? Para desentrañarlo, Julio Cortázar – el genial autor de Rayuela – dijo en una conferencia que la novela es como cine: cuenta la historia en el tiempo, va causando impresiones sucesivas; de hecho, una novela la leemos en muchas sesiones. Edgar Allan Poe – considerado por muchos escritores como el padre del cuento moderno – decía que los acontecimientos de nuestra vida diaria que suceden entre cada sesión de lectura modifican y hasta destruyen la intención y el efecto de las impresiones del libro.

En cambio, para Cortázar, el cuento es como la fotografía. En esa conferencia, cuenta que fotógrafos famosos como Cartier-Bresson o Brassaï se refieren a su práctica como una aparente paradoja: la de recortar un fragmento de realidad de manera tal que ese recorte actúe como una explosión que trasciende espiritualmente el campo abarcado por la cámara. Esto está en sintonía con lo que decía Poe: que la fuerza del cuento proviene del efecto de totalidad que comunica, esa totalidad de la realidad que la buena fotografía hace que explote en nuestra psique a partir del fragmento que vemos.

Entonces, un cuento debe ser breve. ¿Qué tan breve? Hay cuentos de veintitantas páginas y cuentos de una sola frase. Regresando a Edgar Allan Poe, un cuento debe poder leerse en una sentada, no más de dos horas. Pero no solo eso: el alma del lector debe estar bajo el control del escritor durante ese tiempo. Cortázar lo pone de la siguiente manera: el clima propio de un gran cuento obliga a seguir leyendo, atrapa la atención, aísla al lector de todo lo que lo rodea para después, terminado el cuento, volver a conectarlo con sus circunstancias de una manera nueva, enriquecida, más honda o más hermosa.

Pero todo esto es teoría. Lo más recomendable es leer cuentos. Te recomiendo leer muchos cuentos, gozar leyendo cuentos. De mis favoritos están Historia de los dos que soñaron, de las Mil y una noches; El brujo postergado de don Juan Manuel; La esperanza, de Villiers de l’Ile Adam; ¿No oyes ladrar los perros? de Juan Rulfo; El espejo de Haruki Murakami; Las dos orillas de Carlos Fuentes; El polizón de Julian Barnes; Las ruinas circulares de Borges; El rastro de tu sangre en la nieve, de García Márquez. Y para cerrar con los autores que fueron mis maestros para este escrito, El barril de amontillado de Edgar Allan Poe, Las babas del diablo de Julio Cortázar y Desagravio de Ricardo Piglia. Con unos de esos cuentos he llorado, con otros me he reído a carcajadas, otros más me han hecho reflexionar y abrirme a mundos posibles solamente en la imaginación.

Hablando sobre el oficio de escribir cuentos, Cortázar propone que lo que hace único y valioso al cuento como género literario es que permite a quien escribe llegar a esa fabulosa apertura de lo pequeño hacia lo grande, de lo individual y circunscrito a la esencia misma de la condición humana. Cuando un cuento te haga llorar, reír, reflexionar, imaginar, te estará acercando a esa esencia.

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