La policía nunca encontró el pueblo

carretera de media noche
Emilio Amador Zurita
Grupo Formativo de Escritura Creativa, Ingeniería en Mecatrónica
Montaje a partir de: Hornaday, William T. (William Temple), 1854-1937, No restrictions, via Wikimedia Commons, Robert from Oldenburg, Germany, CC BY 2.0 https://creativecommons.org/licenses/by/2.0, via Wikimedia Commons
Cinco estudiantes de último año de ingeniería celebraban su inminente graduación con un viaje en carretera a través del norte de México, alejándose del bullicio citadino para explorar pueblos abandonados y paisajes olvidados. El grupo estaba compuesto por Sofía, la escéptica líder del grupo; Iván, su novio y amante de lo paranormal; Dani, el bromista sin filtro; Érica, la fotógrafa reservada; y Saúl, el más callado y misterioso.
Todo iba bien hasta que, en algún punto entre Durango y Chihuahua, el GPS comenzó a fallar. La señal se desvanecía y los mapas offline marcaban un camino que no coincidía con la ruta prevista. Al atardecer, sin encontrar señal ni gasolinera, decidieron seguir un desvío de terracería que conducía a un pequeño pueblo llamado San Requiel, un lugar que ninguno de ellos recordaba haber visto en los mapas.
El pueblo parecía detenido en el tiempo. Casas polvorientas, una iglesia abandonada y un motel de una sola planta eran lo único visible. Decidieron pasar la noche en el motel, atendido por una mujer mayor de mirada ausente que solo les dijo: —No salgan después de la medianoche. Aquí las sombras no caminan solas.
Lo tomaron como una excentricidad más del viaje, pero a la 1:37, un golpe en la puerta despertó a Sofía. Al abrir, no había nadie, pero en el piso encontró una foto en blanco y negro de los cinco, parados frente a la iglesia… Solo que ellos no habían visitado aún ese lugar.
A la mañana siguiente, Dani había desaparecido. Su mochila seguía en la habitación, pero no había señales de él. Buscaron por el pueblo y fueron a la iglesia. Dentro, encontraron velas encendidas, más fotos antiguas enmarcadas, y en una de ellas, Dani aparecía vestido con ropa de los años 60, de pie entre desconocidos con rostros tachados.

Foto: Isaac Ramos Chavira, CC0, via Wikimedia Commons
Subieron al auto e intentaron marcharse, pero cada camino los llevaba de vuelta al pueblo. La gasolina no se acababa, el horizonte nunca cambiaba.
Uno a uno, comenzaron a desaparecer, dejándolos solo en fotografías cada vez más antiguas que aparecían cada noche frente a la puerta de Sofía.
Solo Sofía y Saúl quedaban. Ella sospechaba que Saúl sabía más de lo que decía. No hablaba de noche, no dormía, y nunca aparecía en las fotos. Finalmente, Sofía lo confrontó. Él confesó: San Requiel era parte de un experimento, un “eco temporal” atrapado por una anomalía que él mismo había investigado años atrás como parte de su tesis. Era el único que había escapado una vez… pero para hacerlo, debía dejar a alguien más en su lugar.
Esa noche, Sofía tomó una decisión. Usó el auto, la cámara de Erica, y una antigua entrada del pueblo para forzar una brecha. Al amanecer, despertó en un hospital de Parral, sola. Le dijeron que había sido hallada caminando por la carretera, deshidratada y en estado de shock.
La policía nunca encontró el pueblo, ni a sus amigos. Solo una cámara… con una última foto: Sofía, frente a la iglesia de San Requiel durante el atardecer, con una sombra detrás de ella que no era humana… y el reflejo de Saúl, sonriendo, dentro de un espejo roto.

Montaje a partir de: Skaja Lee from Valencia, España, CC BY-SA 2.0 https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0, via Wikimedia Commons, Elle fllk, CC BY-SA 4.0 https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0, via Wikimedia Commons