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Inteligencia Artificial: ¿máquinas con consciencia?

Rafael Arnáiz en colaboración con David Karminsky

Coordinador editorial de Epicentro

En 1949, el filósofo inglés Gilbert Ryle acuñó la expresión the ghost in the machine para cuestionar la idea descartiana de que cuerpo y mente son entes separados. Ryle criticaba que Descartes pensara nuestro cuerpo como una mera máquina. Pero en la actualidad, con el advenimiento de las Inteligencias Artificiales, la expresión de Ryle cobra nueva vigencia: ¿es posible, literalmente, que una máquina desarrolle un espíritu de conciencia?

Dentro del sector universitario más alejado de las ciencias computacionales, los docentes y las administraciones han centrado el debate respecto a las inteligencias artificiales en función de su impacto o utilidad en los procesos formativos de los estudiantes. La preocupación principal gira en torno al hecho de que, a través del uso de las I.A.s, los estudiantes no aprendan los procesos de investigación, análisis y síntesis con los trabajos que se les asignan, o tiendan a incurrir en ciber plagio al hacer pasar el trabajo de la I.A. como propio.

Aunque esto es un hecho real, reducir las reflexiones del sector universitario a este punto particular es en muchos casos alarmista y demuestra las limitaciones de actualización de los programas educativos a las transformaciones del mundo. Así lo expresó el maestro David Karminski durante la charla que ofreció al Grupo Representativo de Escritura Creativa de nuestra universidad. El maestro Karminsky nos compartió sus experiencias al haber participado, en junio de 2024, en la 18a Conferencia Internacional en Sociocibernética, en la Universidad de Economía de Krakow, Polonia.

Para la mayoría de las personas, la I.A. es actualmente un concepto vago alrededor de procesos digitales, que ocurren en alguna especie de nube virtual. Todos han escuchado al respecto, se anuncia como une ventaja competitiva en cualquier producto tecnológico que adquirimos. En su uso más cotidiano, nos ayudan a generan imágenes o escribir textos a partir de lo que les solicitamos en un prompt. Sin embargo, nos encontramos poco familiarizados con los fundamentos, procesos e implicaciones que existen detrás de una tecnología que, día con día, se implementa en más aspectos de nuestra vida cotidiana y jugará un papel fundamental en el desarrollo de la sociedad en el futuro cercano.

El debate y reflexiones respecto a las I.A.s, desde el campo universitario, debe contemplar una amplia gama de temas, que trastocan la formación profesional y su relevancia en el mundo actual.

¿Cuáles son las consecuencias sociales, ambientales, políticas y económicas de las I.As.?

El tema cobra una dimensión distinta cuando nos hacemos conscientes de los requerimientos físicos necesarios para entrenar y operar estas tecnologías. Las cantidades de energía que se requieren para mantener en funcionamiento los clusters de supercomputadoras que ejecutan los procesos que les solicitamos y la cantidad de agua que se gasta para enfriarlas son ingentes. Las I.A.s son verdaderas fábricas de procesamiento de información que requieren enormes instalaciones de escala industrial, distribuidas por todo el mundo.

En el tema político-económico, el maestro nos preguntó: ¿en qué se centra la competencia entre las compañías de I.A.? Respuesta: la información. Esto implica que estas compañías deben garantizar que sus sistemas sean capaces de obtener y procesar grandes cantidades de información, que los resultados de sus modelos de aprendizaje generen rendimientos en las tareas que se les asignan, que su información se transmita y maneje de forma segura y que sea inaccesible a sus competidores.  En muchos casos, esto implica la obtención de datos a través de prácticas dudosas y requiere instalaciones y redes de comunicación altamente blindadas y estratégicamente colocadas alrededor del mundo.

Las I.A.s prometen hacer más eficientes todos los elementos de las cadenas de producción, crear dispositivos capaces de liberarnos de las tareas pesadas o monótonas y ayudarnos a explorar todo el potencial humano; incluso reducir las inequidades sociales. No obstante, sus capacidades pueden usarse para consideraciones bélicas, de control y manipulación políticas. Aún se debate cual será el impacto ecológico de su demanda energética y si los intereses económicos en torno a estas herramientas acrecentarán las brechas sociales. De primera mano, los procesadores de texto, audio y video han demostrado ya ser un problema sin las consideraciones éticas y las regulaciones legales adecuadas.

Ilustraciones a partir de un libro-arte de Jorge Eduardo Hernández, Grupo Representativo de Artes Plásticas

La aspiración de un ente artificial pensante, de una máquina que aprenda, nos ha acompañado a través de los siglos y se ha manifestado a través del arte y la ciencia desde los inicios de la humanidad. Aquellas preguntas e inquietudes planteadas en la resurrección del monstruo en Frankenstein, la ansiedad existencial de los replicantes de Blade Runner o el control que imponen las máquinas en Terminator y Matrix han migrado desde la ficción a constituirse como reflexiones urgentes ante el horizonte de una I.A. General.

La Inteligencia Artificial General es la que propone mayores retos y cuestionamientos. George Deane, en su artículo Machines that feel and think: the role of affective feelings and mental action in Artificial General Inteligence se pregunta, para definir este grado de inteligencia: ¿Requiere de la conciencia? ¿Debe tener la habilidad de proponerse metas además de seguirlas? ¿Son requisito indispensable habilidades como la planeación, el razonamiento y la comprensión causal? ¿La inteligencia requiere replicar explícitamente el cerebro humano y sus facultades? ¿Requiere tener emociones?

Porque la meta de la Inteligencia Artificial General no es solamente igualar la inteligencia humana, sino superarla

Después de toda esta discusión, nos preguntamos: ¿podrán, en algún futuro, pensar las máquinas? Algunos investigadores opinan que, en pequeña escala, ya lo están haciendo los LLMs (Large Language Models) en los que se basan los chatbots, y que es una cuestión de tiempo lograr una superinteligencia artificial. Otros expertos cuestionan esta posibilidad: aunque el poder de cómputo ha ido en constante aumento en las últimas décadas, ¿continuará esta tendencia? El cerebro humano tiene en promedio 100 billones de neuronas con más de 100 trillones de conexiones sinápticas. ¿Será posible fabricar una red neural artificial que iguale o supere esta capacidad?

Esta pregunta conduce al ámbito económico, ¿se podrán cubrir los requerimientos de espacio, energía y recursos, además de considerar costo ambiental?

La inteligencia artificial, ya sea aplicada o general es una realidad imposible de soslayar. Conforme avance, las implicaciones prácticas, éticas, sociales, ambientales y políticas se harán más evidentes. ¿Cómo será la vida de las personas en diez, cincuenta, cien años? Si las máquinas llegaran a cobrar conciencia, ¿cómo será nuestra relación con ellas?

Es imposible resumir la complejidad ante la que nos encontramos y resulta apremiante el debate y la reflexión respecto a las I.A.s, desde el campo universitario. Es un buen momento para reflexionar en aquello que nos hace humanos, valorarlo y atesorarlo en este Nuevo Mundo que se avecina.

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