Creación literaria: superar el dolor
Entre ramas y recuerdos
por Karla Aguilar
Grupo Representativo de Escritura Creativa
Buen día mi amor, es hora de despertar; espero que hayas dormido bien. ¿Sabes?… hoy el día va a ser un poco diferente de lo habitual. En ocasiones esta fecha me resulta abrumadora, con toda la familia llegando y con cada recuerdo a flor de piel. Pero sé que para ti, de alguna forma, es especial.
Desde aquel día del hospital muchas cosas han cambiado. Las circunstancias de la vida nos han obligado a continuar y en ocasiones lo mejor que puedo hacer es tratar de adaptarme. Ahora que he perdido tanto, lo único que me permite continuar es poder sentir cada mañana la calidez de tu presencia, que desde hace tanto me ha brindado paz.
Me he acostumbrado a repetir esta monótona rutina en la que he de salir al patio mientras levanto la mirada hacia el árbol y busco, a través del verde de sus hojas, el brillo de tu mirada.
Todas las noches te veo mientras sueño. Has cambiado tanto, mi amor: te has vuelto tan alto que ni siquiera estando de puntitas podría alcanzarte; y aunque tu rostro ahora se ha vuelto más maduro, aún puedo identificar con fino detalle el cariño que reflejas. Te pareces tanto a él, a tu padre.
Sé que lo quieres ver. Su presencia te hacía tan feliz, jugando cada tarde en nuestro jardín. Te pido que lo entiendas: el dolor no permitió que se quedara. Hace años que no nos vemos, y aunque en ocasiones me llama, la verdad es que ninguno tiene nada que decir.
Supongo que es mejor así.
Hay cambios que no siempre se superan y sentir que te perdimos fue uno que no supimos manejar. Las cosas se volvieron complicadas; durante los primeros años todo era un gélido caos. La casa se llenó de dolor, tu cuarto emanaba tristeza, ambos nos sentíamos incapaces de permanecer ahí; y por más que él me insistió en irnos yo sentía que si lo hacía terminaría por matar lo que me quedaba de ti.
Ahora la casa es demasiado grande para mí. Al principio, las noches de silencio me abrumaban. Los pensamientos no dejaban de dar vueltas en mi mente, oprimiéndome el pecho hasta asfixiarme. En ocasiones lo único que quiero es dejar de despertar y entonces, escucho…
…escucho el murmullo de las hojas.
Escucho el sonido de tu voz,
que me tiene,
que me sostiene.
Mi mundo es diferente ahora; a veces verde, a veces negro, pero estas aquí y eso es suficiente para mí.
No quisiera levantarme del cómodo espacio a la sombra de tu árbol, que durante estos años se ha elevado tanto. Ahora, sus grandes ramas golpean cada mañana la ventana de mi habitación. Gracias, hijo mío por seguir aquí, por permanecer junto a mí. Sigue llenando de color mi alma con las bellas flores nacientes de tu corazón verde.