I.

Una (la más añeja)

se cierne sobre la otra:

–ataviada

de botones estelares

que rodean su cuello–

confidente

ciega de amantes y asesinos.

La otra:

–hormiga que hebra

en el telar del universo–

embriagándose en carmín

siempre que los segundos sordos

de su naturaleza palpitante

se lo permiten.

II.

De repente:

colisionan las dos eternas verdades,

el cráneo

le escupe al cemento

los botones

son arrebatados de un cuerpo

(cobarde)

que huye a la cumbre de suspiros nómadas.

También yace la piel

polvorienta

como evidencia berreante

de un espíritu forzado a migrar.

III.

El faro

en espera de un veredicto precoz

comienza

a comer el incendio que le queda

entre las uñas

clama por una tierra de tréboles pares

mientras la lluvia

se impermeabiliza de violencia

pues el sol

se ha dado a la fuga.