Realidad, espiritualidad y trascendencia
maestro Eleazar Martínez Vásquez, Jefe del Centro de Formación para la Trascendencia
La India del s. VI a. C. vivió una gran actividad religiosa brahmánica. A la par se desarrollaron grupos itinerantes, algunos de los cuales se remontan hasta los tiempos védicos; estos grupos se alejaron del mundo desilusionados de la vanidad de la existencia humana y del ritualismo brahmánico; como respuesta a ello desarrollaron la ascesis y el éxtasis parayóguico. En este contexto vivió el príncipe de Kapilavastu: Siddhartha, del cual se cuenta que, en sucesivas escapadas de la vida palaciega tuvo encuentros con un anciano decrépito, un enfermo abrasado por la fiebre y un muerto que era conducido al funeral. Estas tres experiencias lo llevaron a meditar las palabras del cochero que lo conducía en estas salidas: “la vejez, la enfermedad y la muerte son inevitables”. Esta idea lo turba, pero encuentra tranquilidad y serenidad al ver a un asceta mendicante, reconociendo que la religión y la espiritualidad darían respuesta a sus inquietudes.
La espiritualidad nos da la oportunidad de ser conscientes de nuestros actos
Siddhartha escapa del palacio y se convierte en asceta itinerante tomando el nombre de Gautama. Se sometió durante seis años a las mortificaciones más severas, llegando a comer un solo grano de mijo al día hasta el ayuno total; su estado físico se vio tan deteriorado que su aspecto era similar al de un cadáver. Esto lo llevó a comprender la inutilidad de estas prácticas, aunque le revelaron la decepción de la cultura, el amor, el poder, la pobreza de los religiosos, los trances del yogui y la soledad, elementos necesarios que lo llevaron a separarse del mundo hasta el despertar del Buda.
Este relato ilustra que hay condiciones externas e internas que nos llevan a replantear el desarrollo de nuestra propia vida, de nuestras creencias; nos motivan a tener los ojos abiertos a la realidad, a reflexionar que el ser y quehacer es el camino que configura la espiritualidad. Los grandes iluminados se alejaron del mundo para verlo desde distinta perspectiva. Posteriormente se involucraron tanto en él que fue difícil creer que eran humanos comunes: se reconoció en ellos una condición divina. La espiritualidad nos da la oportunidad de ser conscientes de nuestros actos; esta consciencia no lleva inmediatamente a la santidad, pero nos coloca en relación directa con la trascendencia.
Referencias
Mircea, E. (2011). Historia de las creencias y las ideas religiosas II De Gautama Buda al triunfo del cristianismo. Madrid: Paidós.