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La poética oculta del cine

Lo poético y lo simbólico en el cine

Daniel Cabrera Zárate/cineasta y docente

“No puede cambiar. Pero cada vez que la ves parece diferente, porque tú eres diferente”. Doce Monos, Terry Gilliam, 1995

En el cine encontramos imágenes que embelesan nuestra mirada y discursos que hacen época; y profundizan de manera poética (o no) en lo que nos hace humanos.

El cine nació hace poco más de cien años, en un pequeño café de París, en donde los hermanos Lumière presentaban ante un número desconocido de espectadores una serie de cortometrajes; poco se sabe del contexto de aquella noche donde el cinematógrafo —invento de los Lumière— fue presentado al mundo; sin embargo, se dice que La llegada del tren (uno de los nueve cortometrajes que los Lumière presentaron esa noche de 1895) causó conmoción entre el público, provocando que algunos espectadores salieran despavoridos de la proyección. Quizá fue la perspectiva desde donde las cámaras de los Lumière capturaron el arribo del tren a la estación. Quizá la incredulidad de los espectadores al experimentar por vez primera la realidad vuelta imagen en movimiento fue lo que ocasionó esa reacción entre los asistentes a la proyección.

Durante los primeros años de vida del cinematógrafo, los Lumière se encargaron de que su invento llegara a todo el mundo a través de sus representantes, que lo mismo filmaban los momentos más importantes de la coronación del Zar ruso que al mandatario mexicano Porfirio Díaz montando a caballo por el Bosque de Chapultepec. Por aquellos años, el cinematógrafo era comparado apenas con un espectáculo circense, sin un lenguaje propio y similar al teatro en cuanto a representación de la vida.

Tendrían que pasar poco más de veinte años de su nacimiento para que el cine desarrollara su propio lenguaje gracias a la aportación de diferentes realizadores cinematográficos como D. W. Griffith, Edwin S. Porter, Georges Méliès, Sergei Eisenstein y el resto de cineastas de la escuela de Cine Soviético, quienes sentaron las bases del nuevo medio y permitieron que el cine pasara de ser concebido como un espectáculo de entretenimiento a una manifestación artística.

Al ser considerado una de las artes, el cine y sus realizadores han tomado múltiples referencias de las artes plásticas; como si el director de cine y, sobre todo el cinefotógrafo, fueran una especie de Salvador Dalí, cuyo pincel es la cámara y su acuarela la luz. Vaya como ejemplo aquella escena de la película Melancolía (2011) del director danés Lars Von Trier en la que la protagonista, caracterizada por Kirsten Dunst, se ahoga en un río de manera trágica al igual que la Ofelia del cuadro de John Everett Millais, que escenifica en pintura a la Ofelia de William Shakespeare. Von Trier filma una calca audiovisual de la obra plástica de Millais cargando al material fílmico de un plano simbólico con la retórica de Hamlet detrás de aquella secuencia audiovisual.

Y es ahí, en lo simbólico, en donde el cine se relaciona con la plástica, la filosofía o la poética; nada de eso sería posible sin el poder del plano meta-cinematográfico; porque ver una película no sólo es disfrute; debiera propiciar un momento de reflexión. Nadie nos dice cuanto debemos apreciar un plano, una escena, una secuencia para entender la intención del realizador.

Cada imagen de un filme pretende aspirar a lo poético a su manera; como el plano secuencia inicial de Soy Cuba (1964) de Mijaíl Kalatózov, que sobrevuela la isla cubana como lo haría el ojo de Dios antes de adentrarse en la vida de los nativos de la isla; o el extreme close up al ojo de Marion Crane en Piscosis, mientras el soplo de vida abandona su cuerpo al igual que el agua escapa entre la coladera de la bañera; Alfred Hitchcock encadena ambas escenas de manera magistral, creando una metáfora audiovisual que supera lo literario.

La fuerza del cine radica en su instantaneidad. El texto, el diálogo, sobran cuando se puede hablar a través de imágenes, y no es que siempre una imagen hable más que mil palabras; sin embargo, estamos ante la hegemonía de la imagen: el cine y el audiovisual son imagen en movimiento.

Sobre esta reflexión valdría la pena analizar, muchas de las secuencias de In the Mood for Love del cineasta hongkonés Wong Kar-wai, en donde la infidelidad está presente sin ser nombrada. El rostro de los infieles se esconde, como la relación que mantienen estos a espaldas de sus cónyuges y, aunque el filme no tiene como tema principal el engaño, lo retrata con sutileza, lo vuelve casi imperceptible. El espectador siente la misma necesidad de afecto y amor que tienen los protagonistas, que luchan contra una serie de prejuicios sociales, culturales e individuales que no les permiten estar juntos nunca; la imagen deja espacio a la interpretación.

Cada imagen de un filme pretende aspirar a lo poético a su manera

Al igual que cualquier poema, el cine se analiza, se separa e interpreta para entender su construcción simbólica; el discurso audiovisual siempre mantendrá dos capas: la objetiva y la subjetiva. En el plano denotativo (objetivo) está la historia, lo que se ve. En el plano connotativo (subjetivo), el realizador construye el tema y lo carga de simbolismos y todo tipo de referencias.

Muestra de ello es Madre de Darren Aronofsky, una película que en lo connotativo está cargada de una inmensa serie de referencias bíblicas. Si el espectador desconoce estos temas, no nota el impacto inmediato que estos tienen sobre cada una de las secuencias y, por lo tanto, en el resultado final del filme. Y aunque Aronofsky ha dicho en reiteradas ocasiones que el propósito de la película es concientizar sobre el cambio climático, cada espectador es libre de dar una interpretación diferente a cada una de las imágenes que componen la cinta, construyendo una visión, un mundo diferente al que pensó el realizador.

Viejo muere el cine, pero renace cada día. Retomo las palabras del escritor y guionista cubano Guillermo Cabrera Infante para fortalecer la idea de que el cine es disfrute y que como dice Infante … como el acto sexual que es, cada noche. El cine es, qué duda cabe, un afrodisíaco. En él encontramos imágenes que embelesan nuestra mirada y discursos que hacen época; y profundizan de manera poética (o no) en lo que nos hace humanos.

Para cerrar con estas líneas valdría la pena preguntarse, al igual que lo hace James Cole (caracterizado por Bruce Willis) en 12 Monos, si las películas cambian con el paso del tiempo o somos nosotros los que cambiamos y encontramos en ellas nuevas imágenes, sonidos, temas, referencias e ideas con las cuales nos identificamos y renovamos la experiencia cinematográfica.

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