CREA | ULSA Oaxaca

Una poética mirada al pasado

Haciendas: pasillos confusos del pasado

Isabella Ramírez /Grupo Representativo de Escritura Creativa

foto: Jimena Hernández/Grupo Representativo de Fotografía

En el México de finales del siglo XIX, los grandes capitales estaban en manos de pocos que eran los hacendados. Ellos gozaban de grandes extensiones de tierra cultivable en donde se cosechaban frutos, legumbres, frijol, maíz, algodón, caña de azúcar. Y el henequén, planta de la que se extraían fibras que eran de empleo cotidiano y un sinnúmero de productos de uso doméstico y comercial. Aquí los peones vivían casi como esclavos, atados por la necesidad de seguridad: una casa, un pago que siempre quedaba dentro de la misma hacienda, inferior en comparación al trabajo excesivo, para terminar endeudados sin otra salida.

Había distintos tipos de haciendas: las algodoneras que había en el noroeste del país, las pulqueras en el altiplano, las azucareras del estado de Morelos, ganaderas y henequeneras en Yucatán. Las que producían lo básico: el maíz, el frijol. Había también haciendas en donde se producía leche para la elaboración de productos lácteos, tanto para la venta como para el consumo de los propios hacendados.

En ellas permanece la poética de tiempos antiguos y casi olvidados

foto: pexels.com:

Las haciendas se caracterizaban por las grandes construcciones, que eran habitación para el descanso, para vacacionar; estas casas escasamente llegaban a albergar a sus propietarios por largas temporadas y se reservaban a guardar objetos y riquezas para su comodidad en las visitas esporádicas de la familia del hacendado. Las estancias eran tan extensas entonces que ni siquiera los patrones llegaron a conocerlas en su totalidad.

Eran construidas con gran belleza, pues contenían amplios corredores, capillas en el patio principal, los tinacales, las trojes, grandes habitaciones, cocinas y salones en donde incluso llegaban a organizar enormes y fastuosas fiestas, tardes de bordado, tertulias. Muchas haciendas contaban con elementos decorativos de importación traídos de Europa, generalmente de Francia. Alejadas de la hacienda se encontraban las humildes casas de los trabajadores En la actualidad las haciendas se convirtieron en grandes hoteles de lujo, abiertas únicamente para aquellos que pueden permitirse el recorrido por las paredes plagadas de historias y secretos.

un susurro apenas de las gigantes obras arquitectónicas

foto: pexels.com

En ellas permanece la poética de tiempos antiguos y casi olvidados; y en las que fueron enterradas en el tiempo quedan las edificaciones abiertas para quienes buscan los orígenes envueltos en los pasillos confusos del pasado. A los nativos se les devolvió parte de esa tierra y en algunos lugares solo quedó lo que se denominó el casco de la hacienda: un susurro apenas de las gigantes obras arquitectónicas, como un mudo testigo del esplendor vivido en las haciendas durante el porfiriato.

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